Todos tenemos tatuados en lo profundo de nuestro ser a la rosa.
Si, esa rosa que tanto te atrajo al principio, conquistandote con toda su belleza, esa atracción que fue inmediata, su color y espinas fueron un elixir, que te sedujeron desde el principio.
Y te confiaste, te dejaste pinchar una y otra vez por ellas que venían cargadas de ese viento de juventud que necesitabas, de esa libertad que estabas esperando hace rato, pero a la vez, también podías saborear el dolor en alguna parte, expandiendose, en todo tu ser.
Y duro lo que tenia que durar, porque la rosa al obtener lo previsto, te dejo marchita y con su marca.
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